¿Es Lucía Morán una viajera del tiempo? ¿Una sacerdotisa inmortal? ¿Quizás una mujer arcoíris? Y, por ende ¿relacionada a la luna por su estirpe originaria y desde allí forjadora de la vida, el amor, la medicina, los textiles, la semilla de los campos y la sabiduría ancestrales? Muchas preguntas que parecieran ser contestadas, todas, a través de su obra visual y lo que su imaginario exuda.
La obra de Lucía Morán es una celebración a la existencia. Es una conexión de la tierra con lo etéreo y, al mismo tiempo, con la energía. Es una declaración ufana de pertenencia, responsabilidad y agradecimiento por ser parte de ese lazo eléctrico que implica el intercambio de bríos supremos. Somos aire, viento, tierra y fuego en convivencia perfecta. Nada se da por separado y eso lo entiende, según se aprecia, a cabalidad.
Y de nuevo surgen más preguntas ¿Cómo una obra tan delicada puede ser tan potente? En la Simbiosis de Morán hay música, poesía… sus contenidos surgen de las ensoñaciones atrapadas en el ADN del tiempo. De la locura de amar y ser amado, del milagro germinal, la amistad, el desenfreno de vivir lo positivo y de las fuerzas sin límites de la fe. Somos plantas conectadas por raíces visibles e invisibles. Somos fruto, flor, lluvia, animales de una creación milagrosa.
Guillermo Monsanto
Antigua, mayo de 2021.